Lewis, C. S.El problema del dolor.pdf
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EL PROBLEMA DEL DOLOR
C. S. Lewis
Título original:
The Problem of Pain
Traducción de
Susana Bunster
El Hijo de Dios sufrió hasta morir, no para que los hombres
no sufrieran, sino para que sus sufrimientos pudieran ser
como los Suyos
G
EORGE
M
ACDONALD
Unspoken Sermons,
First Series
Prefacio
Cuando el señor Ashley Sampson me sugirió que escribiera este libro, pedí que se me
permitiera hacerlo en forma anónima; pues, si decía lo que realmente pensaba acerca del
dolor, me vería obligado a hacer afirmaciones que suponen tal fortaleza, que resultarían
ridículas si se supiera de quién provenían. Mi petición fue rechazada porque el anonimato
sería incongruente con esta serie de libros. Sin embargo, el señor Sampson me señaló que
podía escribir un prólogo explicando que, en la práctica, yo no era capaz de vivir de acuerdo
a mis principios; y así, ahora me encuentro abocado a esta empresa fascinante. Debo
confesar de inmediato, usando las palabras de Walter Hilton, que a lo largo de estas
páginas "estoy tan lejos de sentir realmente lo que digo, que no me queda más que ansiarlo
fervientemente y clamar por misericordia"
1
.
Sin embargo, y precisamente por eso, hay algo
que no se me puede reprochar; nadie puede decir, "¡Se burla de las llagas el que nunca
recibió una herida!"
2
,
ya que jamás, ni por un instante, me he encontrado en un estado de
ánimo en que, el solo imaginarme un sufrimiento serio, me pareciera algo menos que
intolerable. Si existe un hombre que esté a salvo del peligro de menospreciar a este
adversario... ese hombre soy yo. Debo agregar, también, que la única finalidad de este libro
es resolver el problema intelectual que surge ante el sufrimiento. Jamás he caído en la
insensatez de considerarme calificado para la tarea superior de educar en fortaleza y
paciencia, ni tengo nada que ofrecer a mis lectores, aparte del convencimiento de que —al
vernos enfrentados al dolor— un poco de valentía ayuda más que mucho conocimiento; un
poco de comprensión, más que mucha valentía, y el más leve indicio del amor de Dios, más
que todo lo demás.
Si un teólogo lee estas páginas, se dará cuenta con facilidad que son obra de un laico y
de un aficionado. A excepción de los dos últimos capítulos, en que hay partes claramente
especulativas, he creído repetir doctrinas antiguas y ortodoxas. Si alguna parte del libro es
1
WALTER HILTON.
Scala Perfectionis.
2
Nota trad. WILLIAM SHAKESPEARE.
Romeo y Julieta, II, 2
"original", entendiéndose por esto último algo nuevo o no ortodoxo, lo es contra mi voluntad
y producto de mi ignorancia. Escribo, por supuesto, como laico de la Iglesia de Inglaterra; sin
embargo, he intentado expresar sólo aquello que sea aceptado por todos los cristianos
bautizados y en comunión con su fe.
Como éste no es un trabajo erudito, no me he preocupado mayormente de remitir las
ideas o citas a sus fuentes originales, de no ser éstas fácilmente recuperables. Cualquier
teólogo podrá notar con facilidad qué y cuan poco he leído.
C. S. LEWIS
Magdalen College, Oxford, 1940
I.
INTRODUCCIÓN
Yo admiro con qué osadía esas personas se determinan
a hablar de Dios. Al dirigir sus discursos a los impíos, su
primer capítulo es probar la divinidad por las obras de la
naturaleza... [esto] es darles motivo para creer que las
pruebas de nuestra religión son bien débiles... Es
admirable que jamás un autor canónico se haya servido
de la naturaleza para la prueba de Dios.
PASCAL.
Pensamientos,
II, 366; I, 6.
Cuando era ateo, no hace muchos años, si alguien me hubiese preguntado, ¿por qué no
cree en Dios?, mi respuesta habría sido más o menos la siguiente: "Observe el universo en
que vivimos. Es en su mayor parte un espacio vacío, completamente oscuro e
increíblemente frío. Los cuerpos que se mueven en él son tan pocos y pequeños en
comparación con el espacio mismo que, aun si supiéramos que cada uno de ellos está
repleto de creaturas perfectamente felices, sería difícil creer que la vida y la felicidad fueran
algo más que un mero subproducto para el poder que creó el universo. Sin embargo, tal
como se ve, los científicos creen probable que muy pocos soles, quizá ninguno a excepción
del nuestro, tengan planetas; y, en nuestro sistema solar, es muy poco factible que exista
vida en algún planeta que no sea la Tierra. La Tierra ya existía millones de años antes que
hubiese vida en ella, y puede existir millones más, una vez que ésta desaparezca. Y, ¿cómo
es la vida mientras dura? Se da de un modo tal, que todas sus formas pueden vivir
solamente mediante la depredación. En las formas inferiores este proceso sólo implica
muerte; pero, en las formas superiores se manifiesta una cualidad diferente, llamada
conciencia, que les permite llevarlo a efecto con dolor. Las creaturas producen dolor al
nacer, viven causando dolor y, en su mayoría, mueren con dolor. En la creatura más
compleja de todas, el hombre, se manifiesta, aun, otra cualidad, que llamamos razón, que le
permite prever su propio dolor —que es precedido por un agudo sufrimiento intelectual—,
como también prever su propia muerte, aun cuando ansíe fervientemente seguir viviendo. La
razón también permite a los hombres, mediante un centenar de maquinaciones ingeniosas,
infligir muchísimo más dolor del que sin ella podrían haberse causado unos a otros y a las
creaturas irracionales. El hombre ha ejercido este poder al máximo; su historia es en gran
parte un archivo de crímenes, guerras, enfermedades y terror, con suficientes dosis de
felicidad como para producirle, mientras dura, un angustioso temor a perderla y, una vez que
se ha perdido, la terrible desgracia de recordar. De vez en cuando, el hombre mejora su
condición y aparece aquello que llamamos civilización. Sin embargo, todas las civilizaciones
desaparecen
e,
incluso mientras duran, producen suficientes sufrimientos que le son propios
y que, probablemente, exceden el alivio que pueda haber traído consigo a los sufrimientos
normales del hombre. Que nuestra civilización haya hecho esto, no puede discutirse; que
morirá al igual que todas las anteriores, es seguramente probable. Incluso, si no fuera así,
¿qué pasaría? La raza está condenada. Toda raza que nace a la vida, en cualquier lugar del
universo, está condenada; ya que, según se dice, el universo se está debilitando y será
algún día un infinito uniforme de materia homogénea a baja temperatura. Todo terminará en
nada: al final toda vida resultará haber sido una mueca transitoria y sin sentido de la faz
necia de la materia infinita. Si me pide que crea que esto es obra de un espíritu benévolo y
omnipotente, mi respuesta es que toda evidencia apunta en sentido opuesto: o a éste el bien
y el mal le son indiferentes, o se trata de un espíritu maligno".
Hubo un asunto que jamás se me ocurrió plantearme. Nunca me di cuenta que la misma
fuerza y facilidad de la postura pesimista nos presenta un problema en forma inmediata. Si
el universo es tan malo, o aun medianamente malo, ¿cómo explicarse el que a los seres
humanos se les ocurriera atribuirlo a un creador sabio y bueno? Puede que los hombres
sean necios, pero no tanto como para llegar a eso. El inferir en forma directa del negro al
blanco, de la flor ponzoñosa a la raíz virtuosa, de la obra sin sentido a un artífice
infinitamente sabio, desequilibra la fe. El espectáculo del universo, tal como lo revela la
experiencia, jamás puede haber sido el fundamento de la religión; siempre debe haber sido
algo, a pesar de lo cual la religión, adquirida de una fuente diferente, se conservó.
Sería un error argumentar que nuestros antepasados eran ignorantes y, por ende,
abrigaban ilusiones placenteras respecto a la naturaleza, ilusiones que han sido
descartadas por el progreso de la ciencia. Durante siglos, en que todos los hombres eran
creyentes, el espeluznante tamaño y la vacuidad del universo eran ya conocidos. En
algunos libros se encontrará con que el hombre de la Edad Media pensaba que la Tierra era
plana y que las estrellas estaban cercanas, pero eso es falso. Tolomeo ya había dicho que
la Tierra era un simple punto matemático en relación a la distancia de las estrellas fijas,
distancia que un texto popular medieval calcula en 117 millones de millas. Y, en tiempos aún
más remotos, incluso desde un comienzo, el
hombre debe haber experimentado, frente a
algo mucho más evidente, la misma sensación de hostil inmensidad. Para el hombre
prehistórico, el bosque vecino debe haber sido infinito, y aquello completamente extraño y
hostil que sentimos al pensar en rayos cósmicos y soles en proceso de enfriamiento,
husmeaba y aullaba noche a noche a su puerta. Sin lugar a dudas, el dolor y el desperdicio
de la vida humana han sido algo obvio en toda época. Nuestra propia religión comienza
entre los judíos, un pueblo oprimido por grandes imperios guerreros, continuamente
derrotado y sometido a cautiverio, familiarizado como Polonia y Armenia con la trágica
historia del conquistado. Incluir el dolor entre los descubrimientos de la ciencia es una
simple tontería. Deje este libro por unos minutos y reflexione sobre lo siguiente: todas las
religiones fueron predicadas y practicadas durante largo tiempo en un mundo en que no
existía el cloroformo.
Por consiguiente, inferir la bondad y sabiduría del Creador a partir de los acontecimientos
de este mundo, habría sido, en toda época, igualmente descabellado; por lo demás, esto no
se ha hecho jamás
3
.
La religión tiene un origen diferente. Debo aclarar que mi objetivo
principal, en lo que digo a continuación, no es defender la verdad del cristianismo, sino que
describir su origen; una tarea, a mi parecer, necesaria si hemos de poner el problema del
dolor en su verdadero contexto.
En toda religión desarrollada encontramos tres aspectos o elementos, y en el
cristianismo, uno más. El primero es aquello que el profesor Otto denomina la experiencia
de
lo numinoso. Quienes no conozcan este término, podrán comprenderlo mediante el
siguiente ejemplo. Imagínese que le dijeran que hay un tigre en el cuarto contiguo; usted
sabría que está en peligro y, probablemente, sentiría miedo. Pero, si le dijeran, "hay un
fantasma en el cuarto contiguo", y lo creyera, sin lugar a dudas sentiría lo que comúnmente
llamamos miedo, pero de un tipo diferente. Éste no se basaría en un conocimiento del
peligro, ya que nadie teme lo que un fantasma puede hacerle, sino que al hecho de que sea
un fantasma. Es más bien "extraño", que peligroso, y la forma especial de miedo que suscita
podría llamarse pavor. Mediante lo extraño se llega al umbral de lo numinoso. Ahora,
3
Es decir, nunca se ha hecho en los comienzos de una religión. Una vez que la fe en Dios ha sido
aceptada, con bastante frecuencia aparecerán "teodiceas" que explican o disculpan las miserias de la
vida.
imagínese que le dijeran "hay un espíritu poderoso en el cuarto", y lo creyera. Sus
sentimientos se parecerían aun menos al simple miedo al peligro, pero su turbación sería
profunda; sentiría asombro y un cierto sobrecogimiento —una sensación de incapacidad
para enfrentarse a tal visitante y la necesidad de postrarse ante él—, una emoción que
podría expresarse con las siguientes palabras de Shakespeare, "mi genio se intimida ante el
suyo"
4
.
Este sentimiento puede describirse como temor reverencial, y aquello que lo suscita,
como lo numinoso. Ahora bien, nada hay más cierto que, desde épocas muy remotas, el
hombre ha creído que el universo está acechado por espíritus. Quizá el profesor Otto
supone, con excesiva facilidad, que tales espíritus hayan sido acogidos desde un comienzo
con temor numinoso. Esto es imposible de probar, por la sencilla razón que se puede usar
un lenguaje idéntico para expresar temor ante lo numinoso y miedo ante el peligro, ya que
podemos decir que estamos "asustados" de un fantasma o "asustados" de un alza de
precios. Es, por lo tanto, teóricamente posible que existiera una época en que el hombre
considerara a estos espíritus simplemente como peligrosos y que sintiera hacia ellos lo
mismo que sentía por los tigres. Lo que sí es seguro, es que hoy por hoy la experiencia
numinosa existe y que, partiendo de nosotros mismos, podemos remontarnos bastante atrás
en busca de su origen.
Podemos encontrar un ejemplo moderno en
The Wind in the Willows
(siempre que no
seamos demasiado orgullosos para buscarlo allí), cuando Rat y Mole
5
se acercan a Pan en
la isla:
'Rat', buscó aliento para susurrar, temblando, '¿Tienes miedo?' '¿Miedo?',
murmuró Rat, con los ojos relucientes de amor inexpresable. '¿Miedo?,
¿de Él? Oh, jamás, jamás. Y sin embargo —y, sin embargo —Oh, Mole,
tengo miedo'.
Retrocediendo alrededor de un siglo, encontramos numerosos ejemplos en Wordsworth,
siendo quizá el mejor aquel pasaje en el primer libro de
El Preludio,
en que describe su
experiencia en el lago mientras rema en el bote robado. Retrocediendo aún más,
encontramos un ejemplo de gran pureza y vigor en Malory
6
,
cuando Galahad "comenzó a
estremecerse violentamente al empezar su carne mortal a percibir las cosas espirituales". A
comienzos de nuestra era, la experiencia numinosa encuentra su expresión en el
Apocalipsis, cuando San Juan, refiriéndose a Cristo resucitado, dice: "caí a sus pies como
muerto"
7
.
En la literatura pagana, encontramos la imagen que entrega Ovidio del bosque
oscuro al pie del Aventino, del cual a simple vista se diría
numen inest
8
—
el lugar está
embrujado, o aquí hay una presencia; Virgilio nos muestra el palacio de Latino, que con sus
cien columnas "llenaban de religioso terror tradicional la devoción de la que era objeto y las
selvas que le rodeaban"
9
.
Un fragmento griego atribuido a Esquilo, nos cuenta de la tierra, el
mar y la montaña, estremeciéndose ante "la mirada terrible de su Señor"
10
.
Aun antes,
Ezequiel, al hablar de las "ruedas" en su Teofanía, dice que "tenían tal circunferencia y
altura, que causaba espanto el verlas"
11
;
y, Jacob, al despertar de su sueño, dice, "¡Cuán
terrible es este lugar!"
12
.
4
Nota trad. SHAKESPEARE.
La tragedia Macbeth. III,
1.
5
Nota trad. Rata y Topo.
6
XVII, xxii.
7
Nota trad. Ap. 1:17.
8
Fasti
III, 296.
9
Eneida VII
, 172.
10
Fragm. 464. Edición Sidwick.
11
Ez. 1: 18.
12
Gen. 28: 17
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