El Poder de la Profecia by Gregg Braden.pdf

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PODER DE LA PROFECIA
GREGG BRADEN
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Título original: The Isaiah Effect. Editor original: Harmony Books Traducción: Alicia Sánchez Millet
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medio o procedimiento, incluidos la reprografia y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares
mediante alquiler o préstamo públicos.
• 2000 by Gregg Braden
• de la traducción: 2001 by Alicia Sánchez Millet
• 2002 by EDICIONES URANO, 5. A.
Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona
www mundourano.com
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ISBN: 84-7953-489-3 Depósito legal: B. 4.996 - 2002
Composición-compaginación: Autoedició FD, S.L.
Muntaner, 217 08036 Barcelona
Impreso por Romanyá Valls, S. A. - Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)
Impreso en España - Printed in Spain
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El efecto Isaías
La ciencia cuántica sugiere la existencia de muchos futuros posibles para cada momento de nuestra vida.
Cada futuro se encuentra en un estado latente hasta que lo despertamos gracias a las elecciones que realizamos
en el presente.
Un rollo de dos mil años de antigüedad con un texto escrito por el profeta Isaías describe precisamente dichas
posibilidades en un lenguaje que tan sólo estamos empezando a comprender. Además de compartir sus visiones
de nuestro tiempo, Isaías describió la ciencia de cómo elegir qué futuro experimentar.
Cada vez que lo hacemos, experimentamos el efecto Isaías.
Las antiguas tradiciones nos recuerdan que hemos venido a este mundo por una razón que está por encima
de cualquier otra. Estamos aquí para amar y hallar un amor aún mayor que trasciende cualquier otra forma de
amor conocida por los ángeles celestiales.
Este libro está dedicado a nuestra búsqueda del amor y al recuerdo de nuestro poder para traer el Cielo a la
Tierra.
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Índice
Comienzos
Introducción
1 VIVIR EN LOS DÍAS DE LA PROFECÍA
La historia apunta al presente
PALABRAS PERDIDAS DE UN PUEBLO OLVIDADO
Más allá de la ciencia, de la religión y de los milagros
3. LAS PROFECÍAS
Visiones silenciosas de un futuro olvidado
4. OLAS, RÍOS Y CAMINOS
La física del tiempo y de la profecía
EL EFECTO ISAÍAS
El misterio de la montaña
6 ENCUENTRO CON EL ABAD
Los esenios en el Tíbet
EL LENGUAJE DE DIOS
La ciencia perdida de la oración y de la profecía
8 LA CIENCIA DEL SER HUMANO
Secretos de la oración y de la sanación
9 SANAR LOS CORAZONES, SANAR LAS NACIONES
Volver a escribir nuestro futuro en los días de la profecía
Finales
Notas
Agradecimientos
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Comienzos
Escuché con atención lo que decía la voz de la radio para asegurarme de que lo había oído bien. No estaba
familiarizado con el salpicadero de la nueva furgoneta que había alquilado hacía sólo unos días y los indicadores
luminosos me resultaban extraños. Torpemente manejé el control de volumen de la radio para ahogar el rugido de
un incesante viento de costado que era el preludio de una tormenta de invierno visible desde la puesta del sol.
Hasta donde podía divisar desde la carretera nacional, sólo se insinuaba el reflejo de luces distantes en las nubes
bajas que tenía por encima. Al estirarme para ajustar el espejo retrovisor, mis ojos siguieron el asfalto que
acabábamos de recorrer hasta desaparecer en la oscuridad que nos rodeaba. No había ningún resplandor de luces
delanteras que anunciara la llegada de algún otro coche. Estábamos solos, completamente solos, en esa autopista
del norte de Colorado. Al mismo tiempo me preguntaba cuántas personas, en sus hogares o coches, estarían
oyendo lo que yo estaba escuchando de boca del locutor.
El moderador estaba entrevistando a un invitado, le pedía que compartiera su visión del final del presente
milenio y del nacimiento del siglo xxi. Al invitado, un respetado escritor y educador, se le solicitó que expresara qué
futuro veía para la humanidad en los próximos dos o tres años. La radio crepitó brevemente mientras sus palabras
describían un futuro inmediato inestable. Con autoridad y seguridad, habló de su visión de un inevitable colapso
finisecular de las tecnologías globales, especialmente de las basadas en la informática. Mientras desarrollaba el
escenario del peor de los casos, emergía un futuro donde los elementos básicos de la vida escasearían, o quizá se
agotarían, durante meses o años. Citó limitaciones en el abastecimiento de electricidad, agua, gas natural, comida,
y la pérdida de las comunicaciones como los primeros signos de la disolución de los Gobiernos locales y
nacionales. El invitado siguió especulando sobre una época en nuestro previsible futuro en que las leyes
nacionales quedarían suspendidas y se habría de imponer la ley marcial para mantener el orden. Además de esas
temibles condiciones, citó la creciente amenaza de enfermedades incontrolables y la posibilidad de una tercera
guerra mundial con armas de destrucción masiva, todo lo cual conduciría a la pérdida de casi dos tercios de la
población mundial, aproximadamente cuatro mil millones de personas, en un plazo de tres años.
Por cierto que anteriormente ya había escuchado este tipo de presagios. Desde las visiones de los profetas
bíblicos hasta las profecías de Nostradamus y Edgar Cayce, en los siglos xvi y xx respectivamente, el aumento del
nivel del mar, la formación de grandes mares interiores y catastróficos terremotos han sido temas constantes en las
predicciones para el cierre del segundo milenio. Esa noche hubo algo diferente. Quizá fuera porque me sentía solo
en la autopista. Quizá porque sabía que había muchas otras personas que estaban escuchando el mismo mensaje,
la autoritaria voz de un invitado invisible que llegaba hasta sus hogares, oficinas y automóviles. Me encontré
inmerso en una gama de experiencias que variaban desde intensos sentimientos de desesperanza y lágrimas de
profunda tristeza hasta brotes de ira y rabia igualmente poderosos.
«¡No!», empecé a gritar. «¡No, no tiene por qué ser como lo describes! Nuestro futuro todavía no ha llegado.
Todavía se está formando y aún estamos eligiendo el resultado. »
Tras subir a la cumbre de una colina, empecé a descender hacia un valle y se perdió la recepción. La última
parte de la entrevista que escuché era que el invitado aconsejaba a las personas que «huyeran hacia las
montañas» y que se prepararan para la larga espera. Para aquellos que vivían sumidos en la pobreza, al margen
de la sociedad o inconscientes de los acontecimientos que estaban dando forma a nuestro futuro, el invitado les dio
un consejo compuesto por cuatro palabras: «¡Que Dios los ayude!». Aunque las voces de la radio se
distorsionaban y desaparecían, el impacto de sus palabras permanecía.
Traigo aquí esta historia porque la perspectiva que se transmitió a través de las ondas de radio esa noche fue
precisamente eso: una perspectiva, no una seguridad sobre lo que nos espera en el futuro. Además de describir
escenas de tragedia y desesperación, los antiguos profetas previeron futuros igualmente viables de paz,
cooperación y de gran salud para los habitantes de la Tierra. En unos extraños manuscritos con más de dos mil
años de antigüedad, dejaron los secretos de una ciencia perdida que nos permite trascender las profecías
catastróficas, las predicciones y los grandes retos de la vida. A simple vista, la ciencia que hay codificada en esos
peculiares documentos puede sonar a ficción, o al menos al tema de una película futurista. Contemplados con los
ojos de la física del siglo xx, sin embargo, los principios que contienen estos antiguos textos aclaran y ofrecen
nuevas posibilidades sobre nuestra función en la dirección del rumbo de este momento en la historia. Los
desgastados fragmentos de estos textos describen una ciencia perdida que tiene el poder de acabar con todas las
guerras, enfermedades y sufrimientos; iniciar una era de paz y cooperación sin precedentes entre Gobiernos y
naciones; hacer que los fenómenos climáticos destructivos sean inofensivos; aportar una curación definitiva para
nuestros cuerpos, y redefinir las antiguas profecías de devastación y catastróficas pérdidas humanas.
Los últimos desarrollos en la física cuántica apoyan precisamente tales principios y aportan nueva credibilidad
al papel de la oración masiva y a las antiguas profecías. Vi por primera vez los indicios de esta sabiduría de poder
en las traducciones de los textos arameos escritos unos quinientos años antes de la era cristiana. Los mismos
textos afirmaban que durante el siglo I de nuestra era escritos de tradiciones secretas fueron transportados desde
la tierra natal de sus autores en Oriente Próximo hasta las montañas de Asia para protegerlos. En la primavera de
1998, tuve la oportunidad de organizar un grupo de veintidós personas para hacer una peregrinación a las altas
montañas del Tíbet central, a fin de presenciar y confirmar las tradiciones a las que hacían referencia estos textos
con dos mil años de antigüedad. Junto a la investigación a gran escala que se está realizando en ciudades
occidentales, nuestro viaje aporta nueva credibilidad a estos antiguos recordatorios sobre nuestro poder para
acabar con el sufrimiento de innumerables personas, evitar una tercera guerra mundial y alimentar a todos los
niños, mujeres y hombres que están hoy con vida, así como a las generaciones futuras. Sólo tras ascender a los
monasterios, localizar las bibliotecas y presenciar las antiguas prácticas que han llegado hasta nuestros días,
puedo compartir con seguridad la agudeza de tales tradiciones.
Mientras la ciencia moderna sigue verificando la relación entre los mundos interior y exterior, es cada vez más
probable que un puente olvidado vincule el mundo de nuestras oraciones con el de nuestra experiencia. Quizás
este vínculo represente lo mejor que toda esa ciencia, religión y mística puede ofrecer, llevado hasta niveles
nuevos que nunca antes nos hubieran parecido posibles. La belleza de esa tecnología interior estriba en que se
basa en las cualidades humanas que ya poseemos. Se nos invita a que sencillamente recordemos, en la
comodidad de nuestros propios hogares y sin que exista expresión externa científica o filosófica. Al hacerlo
transmitimos, a nuestras familias, comunidades y seres queridos, el poder de un mensaje de vida y esperanza que
procede de tiempos inmemoriales. Los profetas que nos vieron en sus sueños, nos recuerdan que, al honrar a toda
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